Ante todo, es la calidad o cantidad de sueño lo que genera malestar: la dificultad para conciliar el sueño o mantenerse dormido, o despertar demasiado temprano sin poder dormirse de nuevo.
Como consecuencia de esta sensación de dormir muy poco, la persona experimenta tensión, preocupación y temor a no poder rendir en el trabajo, tener conflictos interpersonales debidos a la falta de sueño o a sentir fatiga y somnolencia diurnas, entre otros.
La falta de sueño o de descanso reparador puede ocasionar alteraciones en el estado de ánimo, como irritabilidad o tristeza. También tiene consecuencias cognitivas como un descenso en la capacidad de concentración o pérdidas de memoria y atención. A nivel físico puede producir agotamiento o disminución del nivel de energía, así como problemas en el ámbito de la sexualidad o un mal desempeño de las tareas o responsabilidades de la vida diaria.