Este patrón se manifiesta en una amplia variedad de situaciones personales y sociales, provocando un elevado malestar a la persona y/o un deterioro de áreas importantes de su vida. Es estable y de larga duración: estos rasgos de personalidad perduran a lo largo del tiempo y a través de distintas situaciones, y su inicio se suele remontar al menos a la adolescencia o a las primeras etapas de la vida adulta.
Los trastornos de personalidad se pueden manifestar de muchas maneras y confundirse o aparecer asociados a otros trastornos, por lo que sólo una evaluación exhaustiva de los patrones de funcionamiento de la persona a largo plazo puede arrojar luz sobre la problemática de estos pacientes y destapar la patología.
Los trastornos de personalidad son cuadros clínicos complejos, con una tendencia a la resistencia al cambio, en los que la persona muchas veces no considera problemáticas sus características, por lo que los cambios psicológicos suelen ser lentos y graduales. El abordaje terapéutico es diferente para cada tipo de trastorno de personalidad y algunos de ellos pueden requerir una intervención multidisciplinar (psicológica y farmacológica).
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